Símbolo de celebración y de compartir, la peladilla siempre ha sido asociada a los grandes momentos de la vida: bodas, bautismos, comuniones… Regalarla, es transmitir un mensaje de felicidad y de tradición.
Pero más allá de su papel en las ceremonias, la peladilla también es un dulce de la vida diaria, una pequeña delicia crujiente y suave que se disfruta simplemente por placer.